Alto Bío Bío es una comuna ubicada dentro de nuestra región (región del Bío Bío) y que marca el inicio hacia el sur de las comunidades Pehuenches. Como hace un tiempo habíamos comprado alforjas, con Ximena teníamos muchas ganas de hacer un recorrido en bicicleta, portando nuestras cosas es estas. Ya conocíamos la Laguna La Mula, una de las dos lagunas más conocidas del sector (alrededor del volcán Callaqui) así que esta vez iríamos a la segunda, la Laguna El Barco. Para llegar hay que hacer un recorrido de varios kms. desde Chillán, pasar por Los Ángeles, Santa Bárbara, Ralco y luego cerca de 80 kms más alrededor de los embalses artificiales de Pangue y Ralco (gigantescos embalses hidroeléctricos en el río Bío Bío) para llegar al lugar donde haríamos nuestro primer campamento, la entrada de la Reserva Nacional Ralco. Este primer recorrido lo hicimos en vehículo ya que son cerca de 200 kms. y cerca de 5 horas entre nuestras casas y dicha Reserva.
Al llegar, conversamos con la Guardaparques y le explicamos el itinerario que pretendíamos realizar al día siguiente y además solicitamos autorización para acampar en ese lugar. Armamos la carpa (que estaba nuevita ya que era una de sus primeras salidas) y presenciamos la salida de la luna entre las nubes que nos hacían presagiar que al otro día el tiempo estaría relativamente bueno.
Bicicletas listas para salir |
Cuadro de distancias |
Un pequeño descanso en la ruta |
Subiendo con la bici a un lado |
Este tramo nos tomó mucho tiempo, varias horas y sobre todo muchas rabietas (principalmente de mi parte) ya que intentaba subir sin bajarme de la bici, pero el estado del camino lo hacía imposible. Si a eso le sumamos el peso de las alforjas, era de verdad incómodo. Al llevar la bici a un lado, el peso de las alforjas hacía muy difícil poder mantener la estabilidad de esta por lo que mas de un enojo nos provocó.
Uno de tantos enojos en la subida |
Volcán Copahue al fondo |
Su vista nos sorprende ya que la laguna es en realidad bastante grande, con una pequeña isla en medio. Llegamos bastante cansados ya que los últimos kms también eran con una leve pendiente y el camino en regular estado y pese a lo alejado que se encuentra este lugar, el camping de la Laguna El Barco estaba con bastante gente, muchas familias y bastantes vehículos. El valor del camping es de $10 mil por día y tiene bastantes comodidades como llave en cada sitio, baños, mesones, al menos lo básico como para hacer una cómoda estadía. Armamos la carpa y lo primero, preparar el almuerzo.
Sabíamos que alrededor de la laguna hay varios senderos, que más que senderos son los caminos que las comunidades Pehuenches utilizan para llegar a los sectores de veranadas en los cuales dejan a sus animales (Ganado vacuno y ovejas principalmente) durante los meses de calor ya que en invierno la nieve cubre por completo todos esos lugares.
Sabíamos que alrededor de la laguna hay varios senderos, que más que senderos son los caminos que las comunidades Pehuenches utilizan para llegar a los sectores de veranadas en los cuales dejan a sus animales (Ganado vacuno y ovejas principalmente) durante los meses de calor ya que en invierno la nieve cubre por completo todos esos lugares.
Laguna El Barco |
Después de almorzar, salimos a recorrer los alrededores de la laguna. Un sendero recorre toda su orilla sur, pasando por bosques nativos, zonas de campamentos de los arrieros. Es un trekking corto, pero que vale la pena poder recorrer con calma ya que si van con tiempo, se puede llegar a una planicie con una hermosa vista, desde donde se puede apreciar los colores del atardecer en todo su esplendor.
Esa noche nos dimos el tiempo de tomar fotos en la playa de la laguna, la cual era iluminada por la gran luna que teníamos. Las nubes que surcaban el cielo nos hacían presagiar que al otro día, que iríamos a un trekking en busca de otra laguna cercana, estaría algo lluvioso.
Al otro día ocurrió lo que sospechábamos y el día amaneció con algo de lluvia, pero con Ximena ya teníamos decidido ir en busca de la Laguna Totora, la cual sólo teníamos entendido que estaba cercana a El Barco, pero que se debía tomar un largo sendero para llegar hasta ella. A media mañana comenzamos a caminar desde el camping teniendo como punto de referencia un letrero que nos indicaron como inicio del sendero. Ahí comienza un fuerte desnivel, entre un hermoso bosque y un camino con algo de barro. A medida que se gana altura se comienza a apreciar la laguna y sus alrededores.
Al llegar al punto de mayor altura del sendero, se llega a una planicie, donde el tipo de bosque cambia y las Araucarias dominan el paisaje.
Desde aquí, las nubes cubrían gran parte del entorno y el volcán Copahue se asomaba a ratos entre ellas y cada vez más blanco, lo que indicaba que estaba cayendo una leve nevada en su cumbre y que pronto la lluvia nos alcanzaría.
En este punto nos encontramos con un marcado camino vehicular (ni idea desde donde venía) el cual, después de recorrer cerca de 3 kms y medio y luego de pasar por un hermoso bosque donde dominan las araucarias, nos lleva directo a la Laguna Totora. Esta laguna es pequeña, quizás como una cancha de fútbol pero rodeada de araucarias y como su nombre lo dice está repleta de totoras.
A este lugar llegamos acompañados de otros trekkeros que habían salido a recorrer, sin embargo no conocían de la existencia de esta laguna, por lo que decidieron acompañarnos. Con Ximena decidimos rodearla para poder llegar hasta la otra orilla ya que un sendero da la vuelta completa a la laguna.
Nuestros compañeros de trekking iban bastante menos preparados que nosotros para la lluvia así que apuraron bastante el paso, pero con Ximena pudimos disfrutar de la vista una vez que la lluvia se detuvo y nos dejó un volcán Copahue levemente teñido de blanco, lo mismo el Callaqui y luego las nubes abrieron paso a un cielo más azul mientras retornábamos hasta nuestra carpa, por el mismo sendero por el que habíamos subido.
Luego el almuerzo y descansar un rato. Esa tarde llegó un arriero que nos vendió piñones cocidos, los cuales estaban muy ricos y de los cuales además comimos muchos. Los arrieros de la zona (por lo general pehuenches) se dedican principalmente a dos cosas, cuidar sus animales y recolectar piñones (en la época de estos, que al parecer es entre febrero y marzo).
En el resto de la tarde, tomé mi bicicleta y seguí el sendero que recorre la orilla sur de la laguna y después de no mucho andar una serie de letreros me indica que en ese sector se ubica una comunidad mapuche. Luego una pequeña subida y una planicie realmente hermosa que estaba tímidamente iluminada por el sol me sorprende. Hacia mi izquierda, el sendero transformado ahora en un amplio camino vehicular, baja por varios kilómetros paralelo a la laguna (de los cuales solo baje unos pocos, ya que eso implicaba una larga e interminable subida de regreso) y llega hasta unirse con otro que posteriormente cruza a Argentina (pero bueno, eso para otro viaje).
Pude encontrar un pequeño rebaño de chivos y ovejas y un poco más allá, la vivienda del arriero que cuidaba los animales. Cómo muchas personas de la zona, viven ahí solo en la época de verano para luego regresar a sus hogares en sectores donde el invierno no golpea con tanta fuerza. Las luces del atardecer me indican que ya debo regresar al camping, donde con Ximena preparamos algo de comer sabiendo que al día siguiente debíamos preparar el retorno a casa.
Esa noche nos dimos el tiempo de tomar fotos en la playa de la laguna, la cual era iluminada por la gran luna que teníamos. Las nubes que surcaban el cielo nos hacían presagiar que al otro día, que iríamos a un trekking en busca de otra laguna cercana, estaría algo lluvioso.
Al otro día ocurrió lo que sospechábamos y el día amaneció con algo de lluvia, pero con Ximena ya teníamos decidido ir en busca de la Laguna Totora, la cual sólo teníamos entendido que estaba cercana a El Barco, pero que se debía tomar un largo sendero para llegar hasta ella. A media mañana comenzamos a caminar desde el camping teniendo como punto de referencia un letrero que nos indicaron como inicio del sendero. Ahí comienza un fuerte desnivel, entre un hermoso bosque y un camino con algo de barro. A medida que se gana altura se comienza a apreciar la laguna y sus alrededores.
Desde aquí, las nubes cubrían gran parte del entorno y el volcán Copahue se asomaba a ratos entre ellas y cada vez más blanco, lo que indicaba que estaba cayendo una leve nevada en su cumbre y que pronto la lluvia nos alcanzaría.
Camino a laguna Totora |
Laguna Totora |
Laguna Totora desde su otra orilla. |
Innumerables araucarias nos rodean y muchas también yacían en el suelo y semi sumergidas. La vista de alrededor, pese a las nubes, era posible imaginar que era hermosa, aunque poco se dejaba ver. Después de las respectivas fotos, comenzamos el regreso (una familia llegó en camioneta hasta la misma orilla donde estábamos, dispuestos a acampar ahí) y justo una lluvia comenzaba a caer la cual a ratos se hizo muy fuerte.
Volcán Copahue después de una pequeña nevada. |
En el resto de la tarde, tomé mi bicicleta y seguí el sendero que recorre la orilla sur de la laguna y después de no mucho andar una serie de letreros me indica que en ese sector se ubica una comunidad mapuche. Luego una pequeña subida y una planicie realmente hermosa que estaba tímidamente iluminada por el sol me sorprende. Hacia mi izquierda, el sendero transformado ahora en un amplio camino vehicular, baja por varios kilómetros paralelo a la laguna (de los cuales solo baje unos pocos, ya que eso implicaba una larga e interminable subida de regreso) y llega hasta unirse con otro que posteriormente cruza a Argentina (pero bueno, eso para otro viaje).
Pude encontrar un pequeño rebaño de chivos y ovejas y un poco más allá, la vivienda del arriero que cuidaba los animales. Cómo muchas personas de la zona, viven ahí solo en la época de verano para luego regresar a sus hogares en sectores donde el invierno no golpea con tanta fuerza. Las luces del atardecer me indican que ya debo regresar al camping, donde con Ximena preparamos algo de comer sabiendo que al día siguiente debíamos preparar el retorno a casa.
Al otro día, junto con el despertar también vino el tener que volver a armar las alforjas y preparar las bicicletas para emprender el regreso hacia donde habíamos dejado el vehículo.
El camino de retorno sabíamos que no sería tan duro como el de ida, pero no por eso nos íbamos a confiar y a media mañana comenzamos a regresar. Dejábamos atrás esta hermosa laguna con la idea de poder regresar en alguna oportunidad ya que la belleza de la zona es incomparable.
Los primeros kms. de regreso tienen poco desnivel, pero luego de una corta, pero no menos inclinada subida, viene la bajada de varios kms, la misma que de ida nos había hecho pasar tantas rabias.
Llegamos temprano al vehículo y después de preparar todo (desarmar alforjas, poner las bicis en el porta bicicletas) comenzamos el largo regreso a Chillán dejando para otra oportunidad el viaje a la laguna La Mula, que si bien la conocíamos nunca está de más visitarla de nuevo y maravillarse por su hermosura ya que cualquier viaje a esta zona, sin duda, es un viaje único.